Dr Jordi Dalmau i Carre. MD

El Genio Epidemico – Article published in the Revista Medica de Homeopatia

Article published in the “Revista Medica de Homeopatia, Vol. 7 N2, Barcelona July 2014”

EL GENIO EPIDEMICO

En Memoria del Dr Alfonso Fernandez Martinez.

Definitivamente fue el mutuo interés por la sexta edición del Organon lo que nos llevó a encontrarnos. El misterio que rodea  la historia de la sexta edición, su desaparición, la ignorancia de su existencia por más de tres generaciones de grandes homeópatas, y con ello la falta de literatura contemporánea acerca de su aplicación y comprobación clínica.

La sexta edición del Organon, la última revisión del método homeopático que Hahnemann hizo y que èl mismo describió como “…mi nuevo y perfecionado método de curar”, seguía siendo un misterio a desvelar.

Los Grupos de Estudio de Homeopatía Europea y la Escuela Argentina, las principales  fuentes de formación homeopática para posgraduados  en 1980, seguían las indicaciones de la quinta edición del Organon, y con ello Kent, Paschero, Candegabe. Homeopatía de México con el doctor Proceso Sánchez Ortega era la única escuela que hablaba de la sexta edición.

Lo que descubrimos es que la sexta edicion contiene tres novedades.

La primera, es la introducción de una nueva escala de potencias homeopáticas en que la dispersión entre solvente y soluto por cada potencia es de 1 en 50000. La potencia Cincuentamilesimal es una nueva escala de potencias  que según Hahnemann son de “mayor poder (mayor expectro de acción) y de fuerza más suave (menos dinamizacion acumulada, menos agravación)”.

La segunda, es la indicación de usar para el tratamiento de enfermedades crónicas el remedio disuelto en agua, dado en forma repetida en lugar de en dosis única, y dinamizado antes de cada dosis. En el prólogo a la segunda edición de las Enfermedades Crónicas, Hahnemann ya describe unos años antes esta manera de administrar un remedio de forma repetida, el “plus” como solemos llamarlo, indicado para procesos agudos.

La tercera, es la explicación de Hahnemann de cómo, según él, actúa la potencia homeopática.  Ello indica la  comprensión, por parte de Hahnemann, de que la reacción curativa es la respuesta  automatica de la homeostasis organica a la accion del remedio; la reaccion secundaria.

Acción-reacción.  Al efecto primario de una sustancia le sigue un efecto secundario por parte del organismo completamente opuesto al primario. Hahnemann elabora  que es la corrección homeostásica (efecto secundario) del desequilibrio causado por la sustancia ( efecto primario) la que termina siendo la responsable  de la recuperación de la salud.

Homeostasis es la expresión de la fuerza vital organizada en forma de programas neurales, que constantemente mantinen un control automático del funcionamiento orgánico, con un solo fin , el mantener y preservar la integridad orgánica en todo momento, a través del constante adaptarse a las circunstacias cambiantes del entorno existencial de un individuo.   Incluso en un organismo unicelular, que no posee  sistema nervioso alguno, se muestra su mecanismo homeostático innato reaccionando pronta y eficazmente cuando aparece un cambio en su entorno, y  alterando en consecuencia su metabolismo para así adaptarse a las nuevas circunstancias ambientales.

 

Debido a la existencia de esa innata respuesta orgánica automática -Homeostasis-, podemos así  inducir a voluntad una reacción secundaria específica, siempre que selecionemos una sustancia que haya producido en la experimentación pura una acción primaria completamente opuesta.

Esta comprensión particular del mecanismo curativo es lo que lleva a Hahnemann a diseñar una nueva manera de administrar el remedio para el tratamiento de enfermedades crónicas. La repetición diaria de un medicamento disuelto en agua y dinamizado el mismo número de veces antes de cada toma, manteniendo así un estímulo que no se acumula, cada dosis es dinámicamente diferente a la anterior aunque siendo la potencia la misma.

Esta acción gradual previene la experimentación del remedio y con ello nos permite  distinguir, en la obsevación pronóstica consecutiva a la toma del remedio,si  la súbita agravación de los síntomas es una indicación genuina que significa parar la administracion del remedio pues indica que  la reacción homeostática curativa ya ha terminado y no es necesario inducirla más. Pero en el caso de agravación de sintomas cuando usamos dosis repetidas sin diluir, no podemos distinguir el significado de dicha agravación.

Conocía al Dr Alfonso Fernández de los encuentros periódicos en los Seminarios de Homeopatía Europea. Homeopatia Europea utilizaba la quinta edición del Organon como referencia, ya que la aplicación del método homeopático más ortodoxo  estaba basado en Kent y sus discípulos. Kent nunca conoció la sexta edición.

Era finales de Agosto de 1981 cuando decidimos, con Alfonso, retirarnos por una semana a estudiar intensamente la sexta edición del Organon. La epidemia en Madrid del Síndrome Tóxico por el Aceite de Colza había empezado, y por aquel entonces se llamaba Neumonia Atípica –era la patología de la fase aguda-.

Nos encerramos por siete dias en el Convento de Poblet, una Fortaleza del siglo XIII, lugar ideal para descubrir los secretos que guardaba el último legado de Hahnemann, “mi nuevo y perfecionado metodo”.

Lo que comprendimos de su estudio, nos dio absoluta certeza en el método de Hahnemann  y nos llevó a Leganés.

En el otoño de 1981, durante un período de 4 meses, más the 500 enfermos afectados del Sindrome Tóxico por el Aceite de Colza fueron tratados con estricta aplicación del método homeopático descrito en la sexta edición del Organon .

Cada día Alfonso y yo nos levantábamos al alba como los monjes, que a esa hora llenaban el claustro de cantos gregorianos. Después de desayunar con ellos, cada uno desaparecía a su tarea y nosotros nos encerrábamos en una pequeña habitación de una de las torres medievales y leíamos y reflexionábamos cada parágrafo de la sexta edición. En aquella semana revisamos el Organon 3 veces. Al final nos los sabíamos de memoria.

Está bien claro en el Organon el procedimineto de cómo tratar una epidemia. En el caso del Aceite de Colza ,parecía que sería aún más sencillo ya que se trataba de un síndrome  tóxico, y por lo tanto detectable por su sintomatología que , era de esperar, sería más uniforme que la producida por una bacteria o virus y por lo tanto más facil de individualizar ( la intoxicación  química no involucra tanto la idiosincrasia del paciente).

Habia programado un seminario de Homeopatía Europea  para finales de Septiembre en Mallorca. Pensamos que esta sería una buena oportunidad, si conseguíamos material clinico, de estudiar la búsqueda  del remedio epidémico con la ayuda de los tutores de Homeopatía Europea. Por eso nos  desplazamos a Madrid diez días antes, y así poder recoger casos clínicos y estudiarlos en Mallorca.

Un contacto del Dr Alfonso de Comisiones Obreras en Madrid nos llevó a Leganés.La epidemia afecto a unas 30.000 personas. En ese barrio dormitorio de las afueras de Madrid, había unos 3000 afectados por la epidemia. Durante una semana recogimos unas 50 historias clínicas de niños y adultos de ambos sexos. Volamos a Mallorca con la esperanza de que entre aquellos 50 casos habría suficiente información para  decubrir el genio epidémico.

A pesar de haber recogido una gran variedad de síntomas, cuando estudiamos los casos, no hubo manera de encontrar el genio epidémico y por lo tanto, el o los remedios similares al caso. Es decir que no pudimos distinguir los síntomas raros, peculiares, notables y característicos de la epidemia, el genio de la epidemia. Al no poder caracterizar los síntomas de la epidemia, como diría Kent, teníamos síntomas pero no un caso. De todas formas nos fuimos a Madrid.

Si conocísteis al Dr Alfonso ya sabéis lo pertinaz que era. Al mismo tiempo había prometido a la gente de la Asociación de Afectados por el Aceite de Colza de Leganés que volveríamos para tratarlos, y así fue. La posibilidad médica de confirmar a Hahnemann lo convertía en una aventura científica.

Cuando salimos de Barcelona, el coche de Alfonso estaba tan lleno que no se podía ver por el retrovisor.  La mayoría del equipaje consistía en cajas de botellas de 250mls para hacer las diluciones. Habíamos decidido usar sólo remedios en LM y aplicar al pie de la letra las indicaciones de la sexta edición del Organon. Esta vez la aplicación sería en masa. Con la poca literatura clínica existente en aquel tiempo sobre el uso de las LM, la única referencia eran las indicaciones de Hahnemann. Todo estaba por descubrir, y eso lo hacía aún más fascinante.

Es media tarde cuando paramos en Torija, un pueblo ya cerca de Madrid, con un Castillo Templario aún en pie. La plaza del pueblo desierta; un anciano sentado en un banco parece ser el  único habitante, es el aguacil y tiene las llaves del Castillo, el aguacil tiene enfisema. Así que nos deja las llaves para descubrir  el Castillo por nuestra cuenta.

Es una fortaleza Templaria cuadrada,con cuatro torres, una en cada esquina. Subimos a una de ellas, la del oeste. El sol empezaba a descender en el horizonte donde se dibujaba la siluta de nuestro destino, Madrid, cuando me di cuenta que era el segundo Castillo de la historia, y me preguntaba cómo sería el tercero. Y a todo esto aún no teníamos el remedio epidémico.

Ese fue el contenido de la conversación que tuvimos con Alfonso en aquella torre, que no sabíamos qué remedio usar.

Por cada acción hay una reacción. Es la acción de una intención sincera la que genera, como por resonancia, la aparición de los requirimientos necesarios para implementar dicha intención. Nuestro deseo genuino de dejar nuestras consultas para embarcarnos en el tratamiento, en un suburbio pobre de Madrid, de gente enferma de una epidemia que nadie entendía y nadie sabía cómo tratar,  tarde o temprano iba a generar la resolución de nuestras necesidades.  Y en aquel momento, la necesidad fundamental era encontrar el  remedio similar al genio epidémico (no teníamos el genio, no había remedio).

Y así ocurrió. Al dejar Torija, Alfonso  conducía y yo tenía en mis manos el tercer tomo de la edición francesa  de Las Enfermedades Crónicas de Hahnemann, traducida del alemán por Jourdan, Paris, 1846. El último remedio  del 3er tomo es Zincum Metallicum. No sé por qué abrí esta página y empecé a leer. Cuanto más leía más reconocía aquellos síntomas de los que me hablaba Hahnemann, yo ya los había visto antes. Empecé a leer en voz alta los síntomas a Alfonso. Los ojos de Alfonso se iluminaron de excitación. Aún en francés, podía reconocer los síntomas que habíamos visto en aquellos 50 pacientes de Leganés. Nuestra experiencia existencial del fenómeno estaba haciendo la síntesis y Hahnemann con su meticulosidad Prusiana, en el  perfecto francés del Dr Jourdan, nos hacía el regalo mas anhelado. Ya teníamos el remedio. Era Zincum.

Atardecia cuando finalmente aparcamos en una plazuela de Leganés. Nuestra consulta-dormitorio era un gimnasio localizado en los bajos de un edificio de 7 pisos. De día era un consultorio, de noche con colchonetas dormíamos en el suelo.

Al cabo de una semana de llegar, entre Alfonso y yo veíamos unos 30 pacientes cada día. Por la noche, muchas veces terminábamos haciendo visitas a domicilio. Muchos enfermos estaban neurológicamente impedidos.

La epidemia clínicamente mostraba 2 fases evolutivas. La primera aguda, la segunda crónica.

La fase aguda se caracterizaba por una neumonía aguda que no respondía a antibióticos, sólo a esteroides y que causó la mayoría de las muertes.

Los enfermos que superaban esta fase aguda, empezaban a desarrollar una  mielitis de mayor o menor intensidad, con parálisis espasmódica progresiva, neuritis, y atrofia muscular que terminaba en parálisis respiratoria, siendo responsable de la mayoría de las muertes en este estadío.

Al cabo de una semana de llegar, empezó a haber demasidas botellas de”plus” circulando por Leganés.

El ambulatorio de la Seguridad Social de Leganés habia creado una unidad especial para el tratamiento exclusivo de enfermos afectados por la epidemia. El tratamiento consistía fundamentalmente en corticoesteroides; otras drogas eran añadidas dependiendo de la sintomatología, en particular para contrarestar los dolores neuríticos  y espasmódicos producidos por la mielitis.

Para nosotros era un requisito fundamental el parar los corticosteroides al empezar a administrar el remedio homeopático y así poder evaluar los resultados claramente. En particular porque la mayoría de los pacientes presentaban un grado de sensibilidad reactiva exagerada, incluso a remedios homeopáticos.

Sabíamos de todas maneras que la suspensión del “tratamiento official” en los enfermos iba a traer tarde o temprano consecuencias.

Hacía aproximadamente dos semanas que estábamos tratando pacientes, cuando se presentaron, ya entrada la tarde, dos policías de paisano que querían hablar con nosotros. Tenían la orden de llevarnos al Ministerio de Sanidad para hablar con cierto funcionario. Nos dijeron que no era una detención pero que teníamos que ir con ellos y que pusiéramos las cosas fáciles. Ya sabéis cómo era Alfonso cuando se enfadaba.

Eran las 8 de la noche cuando llegamos al Ministerio. Llovía. En un despacho en la planta 12 los policías nos dijeron que esperásemos y se marcharon. “Un dia gris a Madris” ara la canción que recordaba cuando nos vinieron a buscar para llevarnos a la presencia del subsecretario. En un enorme despacho mal iluminado, un señor entrado en carnes lo primero que nos pidió fue nuestro carnet de identidad y el carnet de colegiado.

Inmediatamente nos hizo saber que nuestra práctica en Leganés era ilegal pues no estábamos colegiados en Madrid. Al mismo tiempo era muy arriesgado e irresponsable el ofrecer un tratamiento, no probado en eficacia, a pacientes crédulos en busca de curas milagrosas. Por todo ello nos pedía, con un aire autoritario, de cesar toda actividad médica inmediatamente. A cambio nos prometía organizar  una reunión  con la Comisión Científica y presentarles nuestro plan de tratamiento para evaluarlo. Nos devolvió los documentos y nos fuimos.

Conociendo a Alfonso, al dia siguiente hicimos todo lo contrario. Nos fuimos, primero, a colegiarnos en Madrid y, segundo, pedimos refuerzos para trabajar aún más. Las Dras Encarna Villar y Pilar Cuadrat nos aseguraron que en unos días llegarían para juntarse al equipo.

Aquella noche al llegar a Leganés, nos informaron de que había una reunión pública en el anfiteatro local en donde iban a hablar de nosotros. La reunión estaba presidida por 8 médicos del ambulatorio local, responsables del seguimiento exclusivo de enfermos de la epidemia. El anfiteatro estaba lleno. Más de mil personas se amontonaban para participar en la discusión.

El Dr Alfoso y yo entramos por la puerta de salida superior que nos llevó directo a la última fila. Desde allí, sin que nadie notara nuestra presencia, fuimos testigos de lo irónico de la situación. En aquel momento el médico del ambulatorio estaba hablando de lo peligroso que era dejar el tratamiento de los corticosteroides y tomar un líquido desconocido. De golpe una señora sentada en una silla de ruedas, justo delante de la mesa directiva, en voz muy alta lo interrumpe. Ella conoce bien a este médico; lo ha estado visitando cada semana en el ambulatorio desde hace 2 meses por sus dolores paralizantes, y por eso lo llama por su nombre propio. La mujer está en una  silla de ruedas debido a una mielitis aguda; súbitamente se levanta y anda y le dice, ”doctor se acuerda de mis dolores, se han ido, ya no necesito la silla y encima ¡no me han cobrado nada!”.

Aprovechamos el alboroto que siguió al testimonio de esa mujer, y Alfonso y yo desaparecimos por la misma puerta por la que entramos.

Dos días más tarde recibimos la comunicación de que la entrevista con la Comisión Científica para la epidemia por Aceite de Colza estaba progamada para el 10 de noviembre 1981, a media mañana. Necesitábamos peso moral y científico para la reunión y Alfonso llamó al Dr Jacques Imberechs de Bruselas.

El Dr Imberechs llegó al día siguiente y durmió con nosotros en el suelo, en una colchoneta.

Era frío Madrid en Noviembre, igual que las caras de los cinco científicos que, sentados en una esquina de una mesa oval extremadamente larga,nos miraban con ojos inquisitoriales, cuando entramos en la habitacion. La reunión empezó con las debidas presentaciones de cada miembro reunido. La presencia del Dr Jacques Imberechs realmente infundió un cierto respeto de internacionalidad al proyecto de los médicos catalanes. Así era como nos llamaban en Leganés.

Después de mucho hablar, nos dimos cuenta que en realidad perseguían el mismo objetivo que el señor gordo del Ministerio de Sanidad. Debíamos cesar inmediatamente nuestra práctica en Leganés y presentar en un mes los protocolos de selección y administración del tratamiento, así como la literatura científica de las sustancias a utilizar. La Comisión nos prometía revisarlos y quizás implementarlos si eran aceptados.

En ese momento el Dr Alfonso se levantó y dijo con tono fastidiado ”señores ustedes son médicos como nosotros, pero ustedes no conocen la homeopatía y por lo tanto no pueden juzgar nuestra ciencia”. Nos levantamos y nos marchamos. El Dr Imberechs volvió a Bruselass y nosotros a Leganés. Al día siguiente el diario El País 11 Nov.1981 informaba:

“SANIDAD EXIGE QUE CUALQUIER TERAPIA PARA EL ENVENENAMIENTO POR EL ACEITE DE COLZA SE SOMETA A SU CONSIDERACIÓN.

La Comisión Científica y de Investigación ha exigido, en una reunión celebrada en el Insalud, que cualquier proyecto terapéutico sea sometido a su consideración… En la citada reunión … se ofreció a los doctores Fernández Martínez y Dalmau Carre que presentaran a la Comisión Científica un proyecto que se ajuste a las normas antes indicadas.”

Aquel día tuvimos la placentera sorpresa de que un vecino del bloque de pisos donde estaba el gimnasio nos dejaba uno piso vacío para vivir. En 24 horas la Asociación de Afectados nos lo llenó de todo lo necesario para funcionar decentemente.  La consulta seguía siendo el gimnasio.

Dos días después llegaron las Dras Villar y Cuadrat y con ellas llegó más expansión en forma de una oferta de nuevos cosultorios. Se trataba de un pequeño complejo de consultorios de la seguridad social que los psiquiatras usaban para consultas externas solo un día a la semana, el resto pemanecía vacío.

Los psiquiatras estaban peleados con los médicos del ambulatorio. Su oferta era más bien una venganza personal contra los médicos de ambulatorio que un acto de solidaridad entre colegas, pero para nosotros significaba que salíamos del gimnasio lleno de cucarachas y por supuesto que la aceptamos.

Un fin de semana tuvimos la agradable visita del grupo de colegas de Barcelona. El Dr Luqui y otros doce nos confirmaron que debíamos continuar visitando y abandonar por completo la idea de presentar un protocolo homeopático a la Comisión Científica. Nuestro poder estaba en el tratamiento de cuantos más enfermos posibles.

Los enfermos que durante 3 meses vinieron a ser tratados por nosotros lo hicieron porque  Zincum funcionaba. Zincum era el remedio para un 90 % de los casos. El método “plus” funcionaba. Era claro y sencillo de usar. Solo 3 observaciones pronósticas, solo 3 posibilidades de reacción, fácil de distinguir.

Debido a la exagerada hipersensibilidad neural, muchos pacientes experimentaban agravaciones de síntomas después de la primera dosis, por ello multitud de veces tuvimos que diluir el remedio poniendo una cucharada de la primera botella en una segunda y a veces en una tercera botella hasta que la agravación del principio desaparecía. Progresiva y gradualmente el paciente mejoraba y la toma del remedio continuaba hasta que aparecía la indicación de parar, señalada por la agravación de los síntomas iniciales.

Simple. Sólo una mente alemana lo podía concebir. La genialidad que Hahnemann muestra en su ultima edición, aún hoy día está subestimada.

Las doctoras trabajaban duro. La actividad era frenética y el número de pacientes seguía aumentando.

Había más the 500 historias clínicas cuando las empaquetamos para volver a Barcelona. Todo terminó casi de golpe.

Fue a finales de diciembre, cuando el gobierno promulgó una ordenanza respecto al derecho legal a compensaciones económicas de los afectados por la epidemia del Aceite de Colza. En ese decreto se especificaba que todo afectado que no siguiera o dejara el tratamiento medico oficial, no estaría cualificado para recibir indemnizaciones.

La gente empezó ha tener miedo. Dejó de venir. Otros en su ignorancia y desesperación incluso empezaron a injerir aceite para ver si se enfermaban y así recibir compensaciones. Y lo mas triste del caso era que el aceite de colza no era el responsable de la epidemia; pero ésta es otra historia.

Y nos volvimos a Barcelona.

El tratamiento homeopático en 1981 en Leganés, de más de 500 afectados por el aceite de colza, y la aplicación en masa de las indicaciones terapéuticas – LM y “Plus”- de la sexta edición del Organon, sin el Dr Alfonso Fernández nunca hubiera tenido lugar.

Su carácter apasionado y seductor  se acompañaba de una gran tenacidad en perseverar hasta alcanzar el objetivo. Obstinado, industrioso, apurado e impaciente, esa naturaleza era al mismo tiempo una fuerza conductora de realización. Las cosas, con él, ocurrían. Su inteligencia vivaz y su rápida comprensión hacían fácil el diálogo cientifíco entre nosotros, y como si fuera mi complemento intelectual, él me devolvia las ideas que yo le lanzaba preñadas de nuevas ideas, ¡fascinante!.

El Dr Alfonso Fernández fue el hombre de aquel momento, el genio de la epidemia.

Dr Jordi Dalmau Carre

Cape Town, Sudafrica . April 2014

 

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